sábado, 7 de septiembre de 2013

Hambre. Jerome Rothenberg

hambre
1
los prisioneros, sentenciados a muerte
alrededor del mundo
los escuadrones de fantasmas hambrientos casi como ejércitos
que suben y bajan por las calles
siempre detrás de tu casa
nunca enfrente
donde el muro brillante dice al mundo
"aquí vive un gigante feliz"
yo mejor me fugo
no más terror y no más pérdida de la memoria
promete el guardia
le digo: no quiero tener nada que ver con esto
aunque sea un sueño —y lo es—
en la sangre las enzimas son las mismas
todos los prisioneros están marchando y no pararán
hasta que te aplasten
hasta que tu ojo —que ya no está enfocado hacia el camino
ni hacia el letrero sobre la iluminación
del supermercado— cuelgue en tu mejilla
la quijada chueca
lejos de tu cara, la piel
peculiar, pastosa como un tipo de tierra
suelta y desmoronada
¿qué será de ti y qué será de todos nosotros
antes del tiempo del gran cambio
del milagro?
el cuerpo es una institución sin remordimiento
se me escapa sin embargo lo respeto
mucho, no obstante lo igualo con este poema
otra metáfora sobre la muerte
los ejércitos del mundo no respetan
la carne
pasan sus llantas
sobre ella, la trituran hasta hacerla sombras
con sus llantas
2
el hambre del hombre rico
no tiene fin
el hombre y la mujer, ambos insaciables
hacen papilla la carne del mundo
y la embarran sobre sus muñecas y muslos
y obedecen las deliciosas hendiduras de sus cuerpos
tratando de empujar la sustancia adentro
del gibelotte a la cazadora
los pies muertos todavía peludos
las lenguas despojadas de sus gritos
alojan los fantasmas de lágrimas
alcaparras silvestres rasguñan la carne burguesa
el hambre del hombre y de la mujer
señores del hambre
da dirección a sus vidas
ellos hablan en francés
la única lengua que los huesos entienden
cuando unos a otros se frotan los fémures contra los pezones
—hambrientos hambrientos—
cuando su propia boca sobre el coño de ella
siente el hueso muerto que se desliza adentro
desde sus temblorosos dedos
así es como los dioses hacen el amor en el cementerio
comiendo, succionando sus vidas
la mujer madre de los huesos monta
un trono de mendigos hambrientos
manos la alcanzan en la muerte
ellos acariciaban las costillas de ella
la incitaban, el hombre y la mujer
recobran fuerzas
bajo la sombra de una batidora de huevos
un nuevo vibrador, mirando
"les viandes roties, la elocuencia
"de la carne lentamente volteada
"encogiéndose
"hinchándose
"acariciada por constantes remojos
"adquiere un terso y rico barniz café
el hambre del hombre rico
lo deja marchito
porque no termina
él dice "mamita chula", le canturrea
con la voz que lo hizo famoso
se comen el sexo unos a otros
luego se comen el sexo de otros
inventan nuevas hambres
hambre de poder y de hierba
hambre de sueño e insignias
hambre de salchichas hinchadas
hambre de piernas hinchadas
hambre de los sonidos de niños hinchados
hambre de presagios
hambre de fachadas
hambre de reyes
hambre de muerte irreversible
hambre de un monumento al hambre
que sin embargo sólo el hombre rico puede inventar
esperan hambres futuras
que los sirvientes les darán a cucharadas
conducen al funeral y a gimnasios
unos y otros se dejan dólares tostados en los platos
el hambre del hombre rico
se alarga hacia la luna
quiebra el mundo a la mitad
y lo reparte
primero a su novia, su amor
se deshacen en lágrimas
la banda toca "satisfaction"
pero ellos siguen comiendo
"hasta el fin del tiempo"

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