viernes, 6 de septiembre de 2013

La Producción Social del Hábitat ante el quehacer arquitectónico*

*Ensayo escrito originalmente para el foro estudiantil Deriva Arquitectura, del taller Max Cetto. Facultad de Arquitectura de la UNAM.

Creo que en arquitectura mucho más es posible y que nuestros tempranos intentos
occidentales” por definirla representan un fracaso que ya no tenemos que tolerar.”

Frase del poeta Jerome Rothenberg.
Él hablaba sobre poesía, pero nos
tomamos la licencia de hacerlo hablar de arquitectura.


Frente a las posibilidades inmensas de estructuración física del mundo habitable,
los edificios más trascendentes de la mitología arquitectónica no pasan de ser objetos mínimos,
que reflejarán algún día, un enajenamiento pasajero y narcisista de la transformación”

Alberto Saldarriaga. La Transformación Arquitectónica.

"La subyugación de las fuerzas naturales, las máquinas, la aplicación de la química a
la industria, y a la agricultura, la navegación a vapor, los ferrocarriles, los telégrafos eléctricos, la roturación
de continentes enteros, la canalización de los ríos, las poblaciones surgiendo de la tierra como por encanto,
¿Qué siglo anterior había sospechado que semejantes fuerzas productivas durmieran en el seno del trabajo social?"

Karl Marx. Cuadernos sobre la tecnología.


El ensayo es una herramienta muy útil para reflexionar y cuestionar aspectos que damos por sentado en arquitectura. O podría serlo. La verdad es que su uso es prácticamente nulo en las aulas de esta facultad ¿Cuantos profesores dejan ensayos para hacer reflexionar a sus alumnos en sus asignaturas? Quizá esa pregunta es demasiado elaborada aún. Demos un paso atrás: ¿Cuántos profesores podrían definir correctamente qué es un ensayo? Y suponiendo que existieran (concedamos esa posibilidad, estamos aquí de buena fe) el problema no es ese (quiero decir, no sólo es ese) un ensayo con sólo un lector debe ser una de las formas mas aburridas de interacción y más inútiles para difundir y discutir ideas. Lo interesante y valioso, la oportunidad que si otorga la universidad, es la posibilidad del intercambio de ideas diversas para aprender de la mayor cantidad posible de ellas. Inteligentes, desde luego, o que al menos tengan el deseo o la inquietud de intentar serlo. Tampoco se trata de tolerar cualquier disparate aunque sea uso y costumbre de esta escuela. A veces hay que saber cuando es momento de revocar viejas tradiciones.
Wikipedia sabe: un ensayo es una interpretación o una explicación sobre un tema. Que si bien se basa siempre en líneas argumentativas, no predomina en él una estructura documental estricta y el estilo es más bien libre. La polémica es deseable, sino tendríamos textos muy aburridos. Podríamos comenzar con algo como lo siguiente:

La arquitectura, con sus oxidados, viejos y mezquinos sustentos teóricos es una bomba de tiempo que se tambalea a punto de detonarse sobre nosotros; sólo se sostiene por alfileres y andamios de papel batería y madera balsa. Como si fuera la maqueta de un simulacro ingenuo, es un culto fetichista que promueve una devoción por los objetos antes de los sujetos, a los cuales desprecia, más aún si se trata de los “otros”. Ante los cuales no tiene forma de reconocerles o darles lugar en la palestra de “lo que es lo arquitectónico” debido a sus estrechas categorías mentales. Tan angostas que casi no existen.

Si el argumento de fondo es verdad, desde luego es mucho mejor para el ensayo, como en el ejemplo dado. Algo ajeno a cualquier institución que se precie ser parte de la universidad es sin duda, la irreflexión y cualquier actitud que busque cerrarse al debate, rehuirlo. Aquí ofrecemos una propuesta que no sólo abre el debate, sino que plantea un camino para superarlo y abrir otros nuevos, quizá más urgentes.

La producción social del hábitat (PSH) surgió del trabajo solidario y cotidiano, de arquitectos y muchos otros profesionales, con pobladores populares que construyeron (de hecho lo que hacían eran producir, un término más apropiado) la mayor parte de las ciudades latinoamericanas durante el siglo pasado. Haciendo a las poblaciones urbanas surgir de la tierra como por encanto. Viviendo y habitando barrios bajos, favelas, conventillos, ranchos, pueblos nuevos, tugurios, colonias populares, villas miseria, slums, arrabales y un largo etcétera de sustantivos que son estigmas sociales y a veces también son reivindicaciones, que constituyen una muestra de lo que es lo urbano en la modernidad capitalista, de lo que son nuestras ciudades.

Ante esto la arquitectura como quehacer, apenas y ha podido nombrarlo como “no-ciudad” o “no-arquitectura” ¿Habrá qué recordar que nunca se define algo por lo que no es? Como si un alumno fuera un no-maestro y los hombres no-mujeres. Tales son sus posibilidades intelectuales, su triste despliegue cognitivo, su flaqueza para entender un fenómeno socio-espacial ¿De verdad esta noble carrera no da para más? En lo general la arquitectura ha preferido cerrar los ojos esperando que al abrirlos la mal llamada no-ciudad desaparezca. Sin embargo lo curioso es que con la modernidad urbana también aconteció otro evento, el surgimiento de la idea de los arquitectos como especialistas y encargados de diseñar la morada humana. La "machine à habiter” para el ser humano nuevo. El ideal de la vivienda moderna, que sigue enseñándose mecánicamente, como se inventó hace casi cien años. Si de esta idea superamos el ingenuo y perverso idealismo que contiene, podríamos quedarnos con la intención, más bien humilde, de entender y aprender primero cuales son los procesos relacionados con el morar y el habitar humano.

La historia oficial de la arquitectura (esa célebre colección de postales) suele olvidar sistemáticamente que fueron muchos los arquitectos que tomaron esa senda. Que no dudaron en cruzar varias veces las fronteras disciplinares, después de todo también tan arbitrarias, de la arquitectura y el urbanismo a la sociología, la historia y la antropología. También a la política, al activismo social y a la cooperación internacional, etcétera. Gracias a estas importantes labores, fue posible construir un bagaje teórico y práctico útil para plantear propuestas de otras formas de producir vivienda, arquitectura y ciudad: los fundamentos y antecedentes de la PSH. Entre ellos están aquellos aspectos propositivos que se retomaron de los poblamientos populares, mencionemos tres fundamentales:

I. la autoproducción del hábitat, que no autoconstrucción;
II. el autoconsumo del objeto producido; y
III. la participación social.

El primero se refiere a que los pobladores, los futuros habitantes tienen el control directo en el proceso de materialización, su opinión pesa y cuenta no se le esconde ni se le da por sentado. El segundo punto nos indica que es un tipo de producción que no hace vivienda, barrio o ciudad para ponerla en el mercado. No hace mercancías, produce valores de uso. Al menos, claro, en un primer momento. Este es un aspecto sumamente interesante, porque la urbanización aceleradamente absurda que promueve la modernidad capitalista, en su necesidad de más fuerza de trabajo (ocupada y desocupada) y de más mercado para el consumo, es la misma que liberó esta forma no capitalista de producción, que yacía o que existían anteriormente en una forma más apacible y mesurada en el trabajo social. Es decir, necesitó de ella. Por esto mismo no debe haber lugar para confusiones, la autoproducción también reproduce ciertas problemáticas y vicios. En el escenario urbano contemporáneo asistimos a su despliegue casi como hipertrofia. Y a formas de participación social derivadas de ella, el tercer punto, que tienden a ser instrumentalizadas y a responder a veces a prácticas clientelistas.

Ante estas problemáticas es que la PSH plantea la construcción participativa de soluciones y respuestas. Con el desarrollo de métodos e instrumentos, si de diseño, pero también de gestión, programación, investigación, docencia, etcétera, que permitan lograr la comunicación, la discusión, el diálogo y la toma de decisiones entre la diversidad de actores presentes, acordes con el enfoque planteado por una participación equitativa y protagónica. Es decir, aquella que reconoce a los habitantes como ciudadanos. Que es la perspectiva que promueve el derecho a la ciudad.

Este es un tema inmenso, sirva este brevísimo ensayo de introducción. Sólo falta advertir que la PSH no fue propuesta sólo por arquitectos, pero habrá de reconocerles que su papel en esa historia ha sido muy destacado. Muchos, lamentablemente para nuestro quehacer, abandonaron la arquitectura definitivamente para convertirse en destacados especialistas en otros campos; los ejemplos sobran. También es importante resaltar que en esta historia, Latinoamérica no es un pequeño apéndice de un libro escrito de forma torpe, condescendiente y deprisa. Aquí es el centro mismo al cual, entusiastas arquitectos europeos y norteamericanos, vinieron para aprender a trabajar. De hecho, muchos de ellos después de estas experiencias tuvieron bastante influencia en los contextos de sus países y del mundo ¿En que asignatura de esta facultad se aprende esta rica historia? ¿Los estudiantes de arquitectura no tendrían derecho a conocerla, si es tan cercana a su realidad socio-espacial? Esta pregunta parte de una postura que he asumida como propia: La PSH es una forma de producir arquitectura, que por tanto implica una forma de concebirla y definirla, de enseñarla y practicarla. Un horizonte completo desplegado frente a nosotros que podría ayudar a superar a la arquitectura como mitología y con ello, superar sus fracasos en el momento que intentó imaginar lo espacial habitable para la humanidad desde una perspectiva unívoca, etnocéntrica, elitista, con una pobre concepción de las realidades del mundo. No tenemos que tolerar esto más: las alternativas no están tan lejos. Hay tierra a la vista. 


Abrahán Rodríguez Buendía, es arquitecto por la FA_UNAM egresado del Taller Max Cetto. Ahí es profesor adjunto de buena voluntad, en Teoría I con el mtro. José Salceda, también en el seminario de titulación de Arquitectura Participativa (ADCP), junto al mtro. Gustavo Romero y Lourdes García, destacados actores de la PSH. Estudia la maestría en urbanismo también en la UNAM, la cual sinceramente no recomendaría mucho, al menos hasta que no cambie la coordinación actual.



Twitter: @abbrahan

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